Autores argentinos reflexionaron sobre su oficio en el Día del Escritor

Convocados por el Ministerio de Cultura, autores y autoras argentinos reflexionaron sobre su oficio en el Día del Escritor y destacaron las características, complejidades y formas de ejercerlo.

Con videos que publicó la cuenta de Twitter del ministerio de Cultura, distintos escritores contemporáneos se refirieron durante toda la jornada al Día del Escritor, que se celebra en homenaje al nacimiento de Leopoldo Lugones (1874-1938), poeta, cuentista, ensayista y novelista argentino.

Patricia Suárez aseguró que eligió «este oficio porque cuando era chica era locamente lectora y cuando leía libros sentía que era amiga de los escritores» y resaltó que cuando escribe tiene «la ilusión» de hacerse «amiga de los lectores».

I acevedo recordó a «escritores y escritoras que hemos perdido en los últimos años como Hebe Uhart y Ricardo Piglia, escritores que nos han enseñado a leer, a pensar y a escribir críticamente» y señaló que «empezamos a escribir copiando a escritores admirados», en su caso citó a Roberto Arlt.

Además pidió que «la literatura pueda seguir circulando en cualquier formato, llegando a las personas que la necesitan» y reivindicó «el lugar de las librerías».

También que «podamos seguir construyendo las bibliotecas que necesitamos como la feminista, la travesti/trans/no binaria y todas las bibliotecas que siguen haciendo falta con tradiciones que tenemos que seguir construyendo, para seguir pensando la política y crear nuevas tradiciones».

En tanto, Leo Oyola, autor de «Chamamé», «Ultratumba» y «Kryptonita», señaló que «lo mejor que tiene el oficio está en el hecho de compartir las historias que nos cuentan, las que leemos, y las que escribimos y damos a conocer».

Claudia Piñeiro explicó que el momento que más disfruta es «el instante en el que se termina de ovillar».

«Cuando pienso una historia, aparece una mezcla de coas y hay que empezar a desanudar para ovillar cuales son esos personajes, cuales son sus conflictos, con qué palabra contarlos. Hay que tirar y ovillar hasta que queda solo un hilo largo y hay que seguir ovillando hasta darle una conclusión a esa historia y ese momento es casi una epifanía», relató la autora de «Las viudas de los jueves» y «Catedrales».

Gabriela Massuh también habló de epifanía: «El engorro, el encuentro con la página en blanco es lo más difícil del oficio de escritor pero hay un momento mágico y es cuando uno puedo lograr que lo que escribe coincida con lo que siente y piensa. Esos momentos son una gran epifanía».

Para Juan José Becerra, «lo mejor del oficio es que uno nunca termina de aprenderlo. Hay oficios mas útiles como el del plomero que, a lo largo de los años, adquiere una sabiduría más o menos definitiva sobre su oficio y escribir es todo lo contrario y eso es lo mejor que tiene, ignorar lo que uno hace mientras lo esta haciendo, lo que hizo y lo que va a hacer, el porvenir de la escritura».

María Teresa Andruetto apuntó que «ser escritora no estaba en los planes» sino que «fue algo que fue viniendo».

«Fue el intenso deseo de comprender algo de la complejidad de lo humano. Eso y la música de la lengua. En los últimos años veo que fue también un camino de la periferia al centro. Un deseo de llevar al centro algo de la complejidad de esa periferia».

Jorge Consiglio, autor de «Villa del Parque» y «Hospital Posadas» dijo ser escritor porque lo soñó «desde la adolescencia y es la manera más directa» que encontró de «bienestar» y «justificar» su vida.

A Ana Ojeda lo que más le gusta de escribir «es tener disponible una especie de arenero para probar cosas nuevas todo el tiempo, al cual volver cotidianamente y que sea un lugar conectado con la lectura que es uno de los placeres» de su vida.

«Son dos alas de una puerta que se abre todos los días para volver a intentar cosas nuevas y volver a fracasar porque se fracasa mucho escribiendo», señaló la autora de «Vikinga Bonsái».

Para la escritora y editora Graciela Batticuore, «escribir es un modo de estar en el mundo, una pequeña ceremonia cotidiana» que la conecta con el mundo y consigo misma.

Julián López, autor de «Una muchacha muy bella», expresó que lo que mas le gusta de la tarea de escribir» es meterse «en un espacio común, muy vital, lleno de la sensibilidad que comparte con millones de personas que es la lengua», actividad que lo ubica en una tradición de escritura de la comunidad en la que vive.